Shonnah no era consciente del poder que aquellas palabras ejercían sobre ella y, lo más probable es que él tampoco lo fuera.
Aquel encuentro fortuito con ese ser irresistiblemente enigmático y seductor, a la orilla del manantial de la eterna juventud, había revuelto todo aquello que ella creía haber dejado morir en su interior.
Mas, ella era joven e inexperta en el arte del erotismo y de la más jugosa seducción. Por el contrario, él era un ser atractivo, fuerte y, lo que más le atraía de él, sumamente inteligente.
Para Shonnah, tratándose de una mera ayalga de los bosques astures, cada insinuación significaba un pequeño mordisco en su labio inferior, y una ardiente sonata compuesta por su desquiciado corazón.
Mas ella no estaba preparada para una nueva aventura en el peligroso, aunque sí tentador, Valle de la Pasión. Quién le diría que, pese a que su alma le pedía un respiro y una bocanada de ansiada libertad, un día conocería a ese ser misterioso rodeado de aquel enigmático y atractivo halo.
Aquellas palabras, aquella mirada capaz de desnudar su alma y, aquella sonrisa la cual podía iluminar su mundo en un instante de felicidad y satisfacción, eran quizás motivos de sobra para arriesgarse.
Pero, ¿Qué era ese ser? Nunca había conocido a alguien de su especie. ¿Pudiera tratarse de un fauno de más allá de los Picos de Europa? ¿O sería alguno de aquellos seres de los que hablaban las lenguas extranjeras, responsables de la perdición de las ninfas íberas?
Ella veía en él una hermosa luz acompañada de bellas sombras, una fuerza salvaje, y una pasión irrefrenable. Lo que no se esperaba, la pobre e ingenua, era que esa pasión se había tornado recíproca.
La vida sin duda le traería problemas si siguiese por ese camino de perdición, mas a ella las sorpresas siempre le causaron excitación.
Hoy Shonnah reposa sobre la hierba húmeda, a la orilla del río Dobra, pensando en qué hacer con su intrigante vida. Lo que sí reconoce con certeza, es su anhelo por vivirla con pasión y entrega.
(Sara Balsera ©)
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